A pesar del nacimiento del Impresionismo, la carrera de Monet estuvo plagada de desafíos. El Salón, exposición oficial de arte de la Academia de Bellas Artes de París, rechazaba a menudo sus obras, y las dificultades económicas le acosaban. El Salón de París era la exposición de arte más prestigiosa de Francia en el siglo XIX, y conseguir que lo aceptaran era crucial para los artistas de la época. Se mudaba con frecuencia en busca de inspiración y condiciones de vida asequibles. Sin embargo, estas dificultades no hicieron sino reforzar su determinación. La persistente exploración de Monet de la luz, el clima y las estaciones dio lugar a algunas de sus series más emblemáticas, como los "Pajares", la "Catedral de Rouen" y los "Nenúfares".
La obsesión de Monet por captar los efectos de la luz queda quizá mejor ilustrada por su trabajo en la serie de la "Catedral de Rouen", pintada entre 1892 y 1894. Monet alquiló un local frente a la catedral y pintó meticulosamente la fachada a diferentes horas del día y con distintas condiciones meteorológicas. El resultado fue una impresionante serie de lienzos que reflejaban el aspecto cambiante de la catedral en función de la luz. Esta hazaña consolidó la reputación de Monet como maestro del impresionismo.